domingo, 20 de marzo de 2011

El metro, yo, la sangre y la piel de la serpiente.

No podía respirar... me ahogaba, sentía que el calor me taponaba la nariz y busqué desesperadamente un resquicio de aire. Noté que la vida se me agotaba en un chorro de calor que me resbalaba por todo el cuerpo y busqué la superficie que no escuchaba. Me daban pinchados en todas partes, sentía una agonía con hervor, que provenían de una alucinación...
Me sobresalté cogiendo aire y quitándome la manta de la cabeza, que me dolía increiblemente, tenía un baño de sudor por el pelo, tiritaba... me puse el termómetro, y marcaba 38º...

Me levanté con cierto mareo y dificultad, cogí mis cosas, me vestí... mamá me llamaba para desayunar.

Mientras me echaba miel en una tostada, me dio la sensación de haberla deseado en otro lugar, en mi lengua se manifestaban una serie de bailes, una sensación de que mil estrellas se movían en su gusto, "dulce mar" pensé, removiéndome una inexplicable necesidad de saber cómo elaboran la miel las abejas, olvidándome de mi estado.

La fiebre me bajó, por ello decidí salir e ir a la escuela, ese día estudiaríamos las formas de vida de los insectos, y ese tema me fascinaba. Tal vez encontrase la respuesta que me suscitó aquello.

Anduve por la calle un rato, después me metí bajo las aceras por la boca del metro, descendiendo las escaleras. En los pasillos resonaba el ritmo de unas congas, según me acercaba al sitio de donde provenían descubrí que se trataba de un hombre africano tocando mientras animaba a las gentes ajetreadas, suscitando algo que pocos sentían, yo marcaba mis pasos al son.

En la vía esperé la llegada de la serpiente de hierro cronometrada, como solía imaginar... donde las personas son devoradas por el tiempo que ella controla. Entré, estaba el vagón saturado, era sofocante.

Las paradas se iban pasando, iban saliendo poco a poco más personas y cada vez que empezaba a haber menos, me daba mayor sensación de que estaba dentro de las vísceras de una serpiente gigante y real. Las puertas se tornaron piel desapareciendo, no sabía si realmente era así o de nuevo estaba jugando, por eso no le di importancia.

Sólo quedaba yo allí dentro... ignorando el tiempo que ya llevaba sin llegar a mi parada.
De repente como si un rayo de luz me atravesase, como si dentro de mi un cometa me arrancase el despertar, por todo el cuerpo, sentí que todo aquello era tan real y palpable como jamás había vivido, como si la vida fuese un sueño y ese sueño la vida.
La serpiente me llevaba al lugar al que necesitaba ir, y una certeza que antes me era incómoda, se volvió súbito placer maravilloso y amé mi destino. Me estaba conviertiendo en ello. Me sentí serpiente recorriendo la Tierra. Mis piernas desaparecieron fusionándome en un fuego mismo, al igual que mis brazos y todo mi cuerpo, piel de sangre, ocupando los espacios, mi ser agrandó.

Me desvié de la escuela, de la gente, de los ajetreos y los destinos truncados...

Cada arruga subterránea de la cavidad que se abría a mi paso, me rozaba calurosamente con la Tierra y mi piel era un palpitar que se desplazaba acariciando todo, desliázandose como un fluido. Yo era la serpiente, sangre de la Tierra, liberada en su cauce.


Llegué al sitio que deseaba, oí mi nombre en todas partes, desde una voz zizeante, no sabía dónde dirigirme, entonces me centré de nuevo en el deseo y fui.

- Sangre, sangre... abre las alas, deja que el aguijón salga, duélate a la piel que nos mata, fúndete en su baile, Luna que se derrama fundando el vientre que nos nazca.
Perdí mis ojos, perdí mis alas, me arrancaron los besos, zángano sin alma, mi aguijón de oro se fundió sin llama, en lentejuela y escama.
La reina que todo permite, la madre que a sus hijos ama, que les deja elegir sus danzas y ellos la acuchillan sin saber usar sus armas. Robándola su néctar, destrozando a sus larvas, zángano orgulloso sin el espíritu ni la templanza elaborada.-

Esto era lo que cantaba la dragonabeja ciega, en un altar apoyada, era hermosa pero estaba apagada, le taparon el orificio del cielo y ya la Luna no se refleja en su cuerpo. Esto era lo que ella contaba.

De pronto en esa oscuridad pude sentir aquella piel y ojos resplandecientes y seductores. Era otra serpiente, la que se apoderó de la esencia del volcán y tenía hipnotizadas a todas las abejas en un juego artificial y mecánico, donde el estrés y la mentira era la regla que agotaba en vano sus artes al servicio de un ser parásito que les robó la música de sus corazones que él no sentía, ni imaginaba porque sólo era piel.

Yo sólo era sangre en un cauce trasparente... él me reclamaba y yo a él, estábamos destinados a enfrentarnos.

En un desliz y sin aviso, se abalanzó contra mí con una fuerza brutal y tramposa, se movía ágilmente donde no podía verle, se mostraba inteligente y sus movimientos me desconcertaban.
Su objetivo era verterme por todos lados para que no entrase en él. Llegaba con el aguijón robado de la reina en su frente intentando pincharme... yo lo esquivaba con flexibilidad.

Realmente no sabía qué hacer, me limitaba a esquivarle, sólo sabía que tenía que curar a la reina, porque sentí un profundo amor por ella, y la clave estaba en mi... no tenía tiempo para pensar, aquella batalla era rápida, y si no estaba preparado en el preciso momento, todo se echaría a perder y la serpiente de piel seguiría gobernando al volcán y a todas las abejas de fuego...

sábado, 5 de marzo de 2011

El rítmo, la danza y el mensaje de las abejas de fuego.

Siguieron volando, sentían el calor ya muy cercano, la cometa en su tela, el pez en su cola... y sus corazones se agitaban porque sentían unos tambores en llamas que les llamaban muy cercanos. Les retumbaban y se iban uniendo poco a poco a la melodía haciéndose ya sólo ritmo para ambos.

Tal como era de esperar, los tambores procedían del interior del volcán, fueron introduciéndose con cuidado de no quemarse con las salpicaduras que brotaban por esa convulsión.
Dentro había una lava muy espesa de color dorado sumamente bella y atrayente. Sintieron ganas de zambullirse en esa preciosidad, pero no olvidaron que aquello quemaba muchísimo y morirían antes de llevar el paisaje.

Vieron una apertura dentro del volcán por donde pudieron abrirse paso hacia donde el ritmo les guiaba, un pasillo muy oscuro donde casi les faltaba el oxígeno. Recorrieron éste durante mucho rato, sin hallar luz por ningún lado.

Desembocaron en una cavidad hexagonal muy amplia, tanto que parecía que estaban en la superficie pero seguían sumergidos dentro de la tierra con su calor rítmico.
Estaba iluminada por la lava que allí desembocaba por una serie de cauces que se unían en un lago, pero ya no circulaba por ellos nada.
Alrededor frenéticas estaban unas pequeñas abejas con pelo de fuego tocando los tambores y danzando su ritmo vivo, con un impulso de ritual que desprendían sus poderosos toques. Tal era la energía que desprendían que irremediablemente la cometa y el pez alado se pusieron a bailar.

Fue curioso porque en aquellas vibraciones la cometa comenzó a escuchar un mensaje:

"Queridos peces alados, os hemos estado esperando desde hace millones de años... nuestra comunidad os recibe con la alegría que sentís al bailarnos, pero debemos advertiros de que corréis un grave peligro... No sabemos cómo parar la máquina de nuestro baile.
Nuestra reina Dragonabeja enfermó. En su vientre se proyectaba la sabiduría del nacimiento y ahora estamos esclavizados en un baile sin producción...
Ella nos enseñó a elaborar el mardulce que es lo que nos ilumina ahora, pero se ha quedado
estancado y se va apagando, y el rítmo ha quedado hipnotizado únicamente en nuestros cuerpos, no sabemos llevarlo hacia afuera.

Nosotros estamos muriendo, cada vez somos menos, y sin nuestro aporte el mardulce de la vida no podrá seguir viajando. Ahora es tan pobre y huele tan mal que no le es posible salir porque tampoco es reclamado...
Nuestra potente y ya apenas impotente voz os ha estado llamando durante siglos, con la esperanza de que llegaseis hemos bailado sin parar y morimos haciendo lo mismo... nos alegramos de que nuestra danza haya sido conectada.

Vosotros no podéis comunicaros con nosotros, pero sabemos que traéis la letra que necesitamos para que la bomba de la peste explote y se renueve nuestro flujo de mardulce. Sólo podemos saber que nos corresponde si os enfrentáis a la reina Dragonabeja y salís ilesos de su convocación; entonces la naturaleza os ayudará en vuestras próximas aventuras de entrega de los códigos, pero si no, necesitaréi retomar otro rumbo.

Os mostramos el conducto por donde seguir, es el de la izquierda, sale el vapor como nubes, adentraos, no dudeis. Os deseamos fuerza y presencia."



Oído esto la cometa se lo contó al pez alado que pudo percibir parte del mensaje, y dijo: - Nosotros no somos quienes debemos enfrentarnos directamente con Dragonabeja, sólo actuamos como mensajeros...- a lo que la cometa preguntó: - ¿Entonces quién se enfrenta a la reina?-
- La persona que nos sueña.- contestó el pez alado. -Pero debemos continuar por donde nos han indicado hasta que esa persona despierte y estar atentos de ese instante para impulsarlo- dijo el pez alado, quien ya tenía experiencia en estos sucesos.

Entonces se introdujeron en la cañería que les indicaron las abejas de fuego, estaba llena de humos, niebla o nubes, espesor... sintiendo una gran angustia de ese ambiente tan denso que apenas les dejaba respirar.