viernes, 20 de mayo de 2011

El nacimiento energico del mar, la pompa de la cometa y sirenas de la luz.

Toda la miel en su punto exacto de azúcar, sangre y amor erupcionó brotando del volcán, que era el pecho de la tierra, y en su densa textura abrazaba al mar vertiéndose en él, mezclándose en su magnetizada salinidad, y en la ondulación fluyente de las olas. Impregnando el contraste daba a los seres que allí vivían el alimento que les convertía desde dentro en su centro, en un oro radiante. Daba a luz el mar, a los peces-sol, abría los huevos y los animales salían fuertes a nadar.
Algunos eran peces-planeta porque el calor de la miel se les quedaba dentro, y eran más tímidos, pero siempre estaban acompañados por las pompas satélites que les recordaban que su vida siempre iba batiéndose con su aleta de fuego interior.

Las langostas, extendían sus lenguas para hacerse largas para probar el azúcar con sal y abarcar más superficie, y después se iban a la costa a acostarse con la tripa llena a llorarle a las conchas de la luna, haciendo pequeños lagos-espejos en los que mirarse por la noche si no volvían al mar.

Las algas se tensaban porque sus hojas tiraban delgadas a la superficie como queriendo llegar al cielo, y se convertían en cordófonos, y cuando las corrientes les daban de soslayo, se escuchaban un punteo de música marina.

Todo esto estaban observando la cometa y el pez alado enlazados en el mar disfrutando del aleteo que este les pedía para nadar. Estaban atentos a la próxima llamada que parecía venir de todos lados porque aquello era fascinante.
Mientras nadaban, con cierta libertad disfrutando de su viaje, olvidándose casi de su misión sin saber donde iban a dirigirse, la cometa se pincho con un erizo redondito y gordito. Tenía en la punta de sus pinchos pequeñas luces de colores, y al contacto con la cometa, esta sufrió un calambrazo que la dejó desorbitada en el agua, desconcertada, y alucinada pues comenzó a ver el reflejo de todo lo que miraba.
- ¡Ten cuidado por donde nadas manta! – Dijo riéndose el erizo como realzando su presencia.- Creo que necesitas visitar a las sirenas de la luz- continuó diciendo.
- Siempre que alguien se pincha conmigo acaba yendo a verlas, ellas me regalaron su resonancia para atraer a los que tienen las notas de sus canciones.- dijo indicándole a la cometa.

Después de que el erizo le contase esto, de inmediato sobre ellos se iba acercando poco a poco una extraña pompa transparente de color verde alga y del tamaño de las conchas de mar, en cuyo interior algo se albergaba agitádo, y desde fuera se escuchaba como una música atrapada, que con la fuerza de su movimiento vibratorio se iba desplazando.
Junto a ella había un caballito de mar del color naranja vivo, pequeño y juguetón que iba lanzándola o se paseaba junto a ella, como si los dos no pudiesen ir por separado.

Sucedía que la cometa estaba iluminada de la misma luz que la pompa, y en cuanto se acercaba más a ellos, se acercaba más de prisa hacia la cometa, y topó con ella, pues conectaba con sus colores, y la canción atrapada envolvió a la cometa, quedando dentro de la pompa. El pez alado absorto de lo que le sucedía a su amiga, sabía por su intuición que no debía dejarla sola, aunque pareciese que se sentía confortable en su pompa. El caballito le invitó a que se agarrase, pues así irían velozmente junto con la pompa de la cometa. Surcaron a gran velocidad los siete océanos.

Durante el viaje, vieron que el caballito era mudo, pero parecía simpático, ayudaba al pez alado a llevar la cadena, ya que la cometa estaba atrapada en la pompa. El pez alado con delicadeza al contacto con él podía imaginar ya al sitio donde irían, se lo contaba el caballito con el calor mágico de su cuerpo dándole confianza.

Nadaban volando en los siete océanos que tan pronto eran azules, como verdes, amarillos rojos… estos tenían el color de sus aguas, y las olas se enroscaban a veces en ellos, pero cogían aire y continuaban su marcha.
Comenzaron a visualizar desde lejos una isla esférica, llena de cascadas de luz, donde desembocaban las aguas rojas, naranjas, amarillas, verdes, azules, añiles y moradas… que con el canto de las sirenas se pintaban e iban fluyendo hasta los mares. La isla era el centro de las cadencias y los inicios de los cantos de la vida del mar.

Estando ya muy próximos al lugar la pompa de la cometa vibraba más, la cometa dentro se asustaba, pues la resonancia de aquel lugar era de la misma intensidad que el canto de su pompa y de un momento a otro iba a estallar.

jueves, 21 de abril de 2011

El beso del recuerdo

Abría y cerraba la boca haciendo contracciones, era su modo de desplazarse, y a mi esto me desconcentraba, no había visto nada igual, y no sabía que otros movimientos impredecibles podría hacer para atacarme. Comenzamos a hacer círculos alrededor como si hiciésemos un baile de duelo. Varías veces me rozó para pincharme, pero le seguía el juego y me arremolinaba cerca de su piel y lejos de su aguijón.


Una de las veces en que la serpiente de piel permaneció más alejada, pude permitirme observar en el fondo de ese lugar, en uno de los conductos con los que comunicaba, a dos bichitos pequeños que me hacían señas moviéndose graciosamente. El de colores me era familiar, y el otro era un pez con alas muy simpático.
-¡Lucas!- dijo el bichito de colores, con un tono de haberle conocido siempre - Métesela en la boca- y me lanzaron con puntería una letra increíble. Menos mal que la cogí, pues parecía demasiado frágil y elaborada.


En uno de los bostezos de su movimiento tan extraño, supe que era la ocasión, entonces arrojé la letra antes de que cerrase los dientes, tal como me dijeron. Unos segundos después la serpiente de piel quedó petrificada, entonces aproveché el impulso de mi certeza que se llenó de una luz que me dio la velocidad necesaria para adentrarme antes de sufrir una mitosis en su boca. Sucedió como una succión a la inversa, y una corriente de aire vino desde mí impulsándome, ocurrió muy rápido.
Comenzó a gritar bastante fuerte, como si quisiese reajustar una armonía que no le pertenecía, o como si dentro de su ser comenzase a percatarse de algo y no pudiese concebirlo, que le era incómodo y certero, yo también lo sentía, y gritaba. Hacía movimientos de repulsión intentando sacarme, pero yo lo amansé con ternura. Oí mucho ruido en el interior, se me nubló la mente y todo se hizo claro al instante. Un sol en su cola. El vació era rellenado. El hielo y el fuego estaban en el roce de la penetración y unos terrones de azúcar luminosos como cristales se desprendieron de nosotros tocando música.


Como si todas las posibilidades se abriesen de golpe en una conexión con todo lo que existía, que todo era consumado, sentí el cariño infinito, ya éramos un único ser.
Entonces abracé el ritmo y al ámbar que lo alimenta, al oro derretido del amor, a la mañana dulce, a la condensación de las flores, al trigo de las estrellas, al otoño fresco, el néctar de la sangre, la miel del volcán...


Mi mirada tenía la peculiaridad y el poder de cambiarlo todo, y pude ver el verdadero interior de la colmena-volcán, que era un palacio elaborado con arte y amor por las abejas, lleno de habitaciones donde depositaban a las abejas bebés hasta que crecían, con sus formas geométricas perfectas, lugares especializados de cada néctar, salas de baile y música, donde exponían sus obras que alimentaba su espíritu en el sacrificio y placer…
También vi los canales, llenos del miel, pude oler el exquisito flujo de la madre, y cómo recorría con vitalidad todo el lugar saliendo de él al mar, el ciclo continuo ya no era mecánico porque todas las abejas lo sentían propio y armónico.


Contemplé a la reina Dragonabeja, estaba realmente hermosa, comenzó acercándose en su vuelo hasta mi, pude observar ya de cerca que la luna se reflejaba en su cara resplandeciéndola en alegría, y escuchar que su boca lírica y maternal me hablaba con una música cercana. Los pétalos de sus alas renacieron, su cuerpo se encontraba en toda su plenitud… atrayente y compasiva. No pude resistir acercarme a ella y darle un beso.
Entonces, cogió de mi frente el aguijón, mientras la besaba, y el oxigeno de su aire me encendió las entrañas prendiéndome como una antorcha de luz roja, y en la intimidad se su beso supe el secreto de las abejas, pero cuando ya iba a extinguirme en la erupción de su dulce sangre me dijo:- No te dolerá, tú formas parte de mí…yo formo parte de ti...- y me clavó el aguijón en el pecho vertiéndome en toda la miel del volcán…

domingo, 20 de marzo de 2011

El metro, yo, la sangre y la piel de la serpiente.

No podía respirar... me ahogaba, sentía que el calor me taponaba la nariz y busqué desesperadamente un resquicio de aire. Noté que la vida se me agotaba en un chorro de calor que me resbalaba por todo el cuerpo y busqué la superficie que no escuchaba. Me daban pinchados en todas partes, sentía una agonía con hervor, que provenían de una alucinación...
Me sobresalté cogiendo aire y quitándome la manta de la cabeza, que me dolía increiblemente, tenía un baño de sudor por el pelo, tiritaba... me puse el termómetro, y marcaba 38º...

Me levanté con cierto mareo y dificultad, cogí mis cosas, me vestí... mamá me llamaba para desayunar.

Mientras me echaba miel en una tostada, me dio la sensación de haberla deseado en otro lugar, en mi lengua se manifestaban una serie de bailes, una sensación de que mil estrellas se movían en su gusto, "dulce mar" pensé, removiéndome una inexplicable necesidad de saber cómo elaboran la miel las abejas, olvidándome de mi estado.

La fiebre me bajó, por ello decidí salir e ir a la escuela, ese día estudiaríamos las formas de vida de los insectos, y ese tema me fascinaba. Tal vez encontrase la respuesta que me suscitó aquello.

Anduve por la calle un rato, después me metí bajo las aceras por la boca del metro, descendiendo las escaleras. En los pasillos resonaba el ritmo de unas congas, según me acercaba al sitio de donde provenían descubrí que se trataba de un hombre africano tocando mientras animaba a las gentes ajetreadas, suscitando algo que pocos sentían, yo marcaba mis pasos al son.

En la vía esperé la llegada de la serpiente de hierro cronometrada, como solía imaginar... donde las personas son devoradas por el tiempo que ella controla. Entré, estaba el vagón saturado, era sofocante.

Las paradas se iban pasando, iban saliendo poco a poco más personas y cada vez que empezaba a haber menos, me daba mayor sensación de que estaba dentro de las vísceras de una serpiente gigante y real. Las puertas se tornaron piel desapareciendo, no sabía si realmente era así o de nuevo estaba jugando, por eso no le di importancia.

Sólo quedaba yo allí dentro... ignorando el tiempo que ya llevaba sin llegar a mi parada.
De repente como si un rayo de luz me atravesase, como si dentro de mi un cometa me arrancase el despertar, por todo el cuerpo, sentí que todo aquello era tan real y palpable como jamás había vivido, como si la vida fuese un sueño y ese sueño la vida.
La serpiente me llevaba al lugar al que necesitaba ir, y una certeza que antes me era incómoda, se volvió súbito placer maravilloso y amé mi destino. Me estaba conviertiendo en ello. Me sentí serpiente recorriendo la Tierra. Mis piernas desaparecieron fusionándome en un fuego mismo, al igual que mis brazos y todo mi cuerpo, piel de sangre, ocupando los espacios, mi ser agrandó.

Me desvié de la escuela, de la gente, de los ajetreos y los destinos truncados...

Cada arruga subterránea de la cavidad que se abría a mi paso, me rozaba calurosamente con la Tierra y mi piel era un palpitar que se desplazaba acariciando todo, desliázandose como un fluido. Yo era la serpiente, sangre de la Tierra, liberada en su cauce.


Llegué al sitio que deseaba, oí mi nombre en todas partes, desde una voz zizeante, no sabía dónde dirigirme, entonces me centré de nuevo en el deseo y fui.

- Sangre, sangre... abre las alas, deja que el aguijón salga, duélate a la piel que nos mata, fúndete en su baile, Luna que se derrama fundando el vientre que nos nazca.
Perdí mis ojos, perdí mis alas, me arrancaron los besos, zángano sin alma, mi aguijón de oro se fundió sin llama, en lentejuela y escama.
La reina que todo permite, la madre que a sus hijos ama, que les deja elegir sus danzas y ellos la acuchillan sin saber usar sus armas. Robándola su néctar, destrozando a sus larvas, zángano orgulloso sin el espíritu ni la templanza elaborada.-

Esto era lo que cantaba la dragonabeja ciega, en un altar apoyada, era hermosa pero estaba apagada, le taparon el orificio del cielo y ya la Luna no se refleja en su cuerpo. Esto era lo que ella contaba.

De pronto en esa oscuridad pude sentir aquella piel y ojos resplandecientes y seductores. Era otra serpiente, la que se apoderó de la esencia del volcán y tenía hipnotizadas a todas las abejas en un juego artificial y mecánico, donde el estrés y la mentira era la regla que agotaba en vano sus artes al servicio de un ser parásito que les robó la música de sus corazones que él no sentía, ni imaginaba porque sólo era piel.

Yo sólo era sangre en un cauce trasparente... él me reclamaba y yo a él, estábamos destinados a enfrentarnos.

En un desliz y sin aviso, se abalanzó contra mí con una fuerza brutal y tramposa, se movía ágilmente donde no podía verle, se mostraba inteligente y sus movimientos me desconcertaban.
Su objetivo era verterme por todos lados para que no entrase en él. Llegaba con el aguijón robado de la reina en su frente intentando pincharme... yo lo esquivaba con flexibilidad.

Realmente no sabía qué hacer, me limitaba a esquivarle, sólo sabía que tenía que curar a la reina, porque sentí un profundo amor por ella, y la clave estaba en mi... no tenía tiempo para pensar, aquella batalla era rápida, y si no estaba preparado en el preciso momento, todo se echaría a perder y la serpiente de piel seguiría gobernando al volcán y a todas las abejas de fuego...

sábado, 5 de marzo de 2011

El rítmo, la danza y el mensaje de las abejas de fuego.

Siguieron volando, sentían el calor ya muy cercano, la cometa en su tela, el pez en su cola... y sus corazones se agitaban porque sentían unos tambores en llamas que les llamaban muy cercanos. Les retumbaban y se iban uniendo poco a poco a la melodía haciéndose ya sólo ritmo para ambos.

Tal como era de esperar, los tambores procedían del interior del volcán, fueron introduciéndose con cuidado de no quemarse con las salpicaduras que brotaban por esa convulsión.
Dentro había una lava muy espesa de color dorado sumamente bella y atrayente. Sintieron ganas de zambullirse en esa preciosidad, pero no olvidaron que aquello quemaba muchísimo y morirían antes de llevar el paisaje.

Vieron una apertura dentro del volcán por donde pudieron abrirse paso hacia donde el ritmo les guiaba, un pasillo muy oscuro donde casi les faltaba el oxígeno. Recorrieron éste durante mucho rato, sin hallar luz por ningún lado.

Desembocaron en una cavidad hexagonal muy amplia, tanto que parecía que estaban en la superficie pero seguían sumergidos dentro de la tierra con su calor rítmico.
Estaba iluminada por la lava que allí desembocaba por una serie de cauces que se unían en un lago, pero ya no circulaba por ellos nada.
Alrededor frenéticas estaban unas pequeñas abejas con pelo de fuego tocando los tambores y danzando su ritmo vivo, con un impulso de ritual que desprendían sus poderosos toques. Tal era la energía que desprendían que irremediablemente la cometa y el pez alado se pusieron a bailar.

Fue curioso porque en aquellas vibraciones la cometa comenzó a escuchar un mensaje:

"Queridos peces alados, os hemos estado esperando desde hace millones de años... nuestra comunidad os recibe con la alegría que sentís al bailarnos, pero debemos advertiros de que corréis un grave peligro... No sabemos cómo parar la máquina de nuestro baile.
Nuestra reina Dragonabeja enfermó. En su vientre se proyectaba la sabiduría del nacimiento y ahora estamos esclavizados en un baile sin producción...
Ella nos enseñó a elaborar el mardulce que es lo que nos ilumina ahora, pero se ha quedado
estancado y se va apagando, y el rítmo ha quedado hipnotizado únicamente en nuestros cuerpos, no sabemos llevarlo hacia afuera.

Nosotros estamos muriendo, cada vez somos menos, y sin nuestro aporte el mardulce de la vida no podrá seguir viajando. Ahora es tan pobre y huele tan mal que no le es posible salir porque tampoco es reclamado...
Nuestra potente y ya apenas impotente voz os ha estado llamando durante siglos, con la esperanza de que llegaseis hemos bailado sin parar y morimos haciendo lo mismo... nos alegramos de que nuestra danza haya sido conectada.

Vosotros no podéis comunicaros con nosotros, pero sabemos que traéis la letra que necesitamos para que la bomba de la peste explote y se renueve nuestro flujo de mardulce. Sólo podemos saber que nos corresponde si os enfrentáis a la reina Dragonabeja y salís ilesos de su convocación; entonces la naturaleza os ayudará en vuestras próximas aventuras de entrega de los códigos, pero si no, necesitaréi retomar otro rumbo.

Os mostramos el conducto por donde seguir, es el de la izquierda, sale el vapor como nubes, adentraos, no dudeis. Os deseamos fuerza y presencia."



Oído esto la cometa se lo contó al pez alado que pudo percibir parte del mensaje, y dijo: - Nosotros no somos quienes debemos enfrentarnos directamente con Dragonabeja, sólo actuamos como mensajeros...- a lo que la cometa preguntó: - ¿Entonces quién se enfrenta a la reina?-
- La persona que nos sueña.- contestó el pez alado. -Pero debemos continuar por donde nos han indicado hasta que esa persona despierte y estar atentos de ese instante para impulsarlo- dijo el pez alado, quien ya tenía experiencia en estos sucesos.

Entonces se introdujeron en la cañería que les indicaron las abejas de fuego, estaba llena de humos, niebla o nubes, espesor... sintiendo una gran angustia de ese ambiente tan denso que apenas les dejaba respirar.

viernes, 11 de febrero de 2011

Los flamencos trompeta, el pez alado y la boca de fuego.

La cometa tenía el beso en su pómulo suave, y cada vez que se movía cambiando de dirección, se abría y se cerraba absorbiendo el sonido de la tierra que acentuaba su audición desde el aire. Como si penetrase en ella una atención aguda de los detalles de cada grano, un sentido que le pertenecía.

Se escuchaba desde lejos unos sonidos trompeteros que provenían de un estanque de agua amarillenta. Dentro del estanque había muchos seres con cuerpos de flamenco y trompa en vez de pico. El agua les cubría hasta el final de sus largas y delgadas patas, y metían su trompa como una pajita, dentro absorbiendo el agua. Después la expulsaban hacia arriba, como si de una fuente viviente se tratara.

Sin poder pasar desapercibida ante esa estrambótica escena se acercó al estanque y dirigiéndose a un grupo que estaba más cercano a la orilla, dijo:
- Hola, disculpen que les moleste, pero les vi desde lejos y me pareció muy divertido lo que están haciendo, ¿ en qué consiste?- preguntó muy curiosa la cometa.

-Hola señorita, estamos buscando letras del fondo del estanque.- dijo muy femenina en sus gestos y voz, moviendo sus plumas con exuberancia mientras hablaba. - Cuando encontramos una emitimos un sonido, y si alguien lo escucha lo dejamos en la orilla del lago.- Continuó explicando.
- ¿Y cómo sabéis que alguien lo escucha?- preguntó la cometa más intrigada.
-Porque recibimos una señal que es un pitido en nuestras alas como contestación.- Respondió bien convencido el flamenco, mientras seguía indagando con su trompa en el agua difrutándo de su labor.

Así entre chorros y trompetazos, los flamencos iban encontrando letras, eran de una simbología muy misteriosa se doblaban y desdoblaban, tenían espejos y piedras preciosas. Estaban en cuatro dimensiones, de un color azul fosforito y con un material muy especial que según la posición en que se mirasen se veían paisajes en miniatura completamente mágicos de colores muy hermosos.
Los iban depositando en la orilla y unos peces alados los recogían entrelazándolo en cadenas. Se disponían un pez delante y otro detrás. Lo enganchaban en su aleta y se dirigían a un río rojo haciendo sinuosos movimientos, con cuidado y fluidez.

Después de su asombro por ver aquello, la cometa observó a un pez alado que lloraba secándose las lágrimas en unos arbustos naranjas, estaba un poco desorientado y solo. Se acercó a él cuando se percató de que él también empezó a mirarla.

- ¿Qué te sucede pececito? ¿por qué lloras?- preguntó preocupada y tiernamente.
- ¡Buuuhh, buaaaahh! ¡ffssuhh!- sollozaba el pez alado. - Lo, lo... que me pasaaa... uuuh..., es, es que no puedo oíiiir, uaaahh... fsuuhh... Me, me, me meti en un agujero de las trompetaas... queriendo jugar a, a hacerlas cosquillaas y, y me quedé sordoo... bubuuuh... Y, y ahora no puedo hacer mi trabajoo... juumm...-
- ¿Necesitas oír para trabajar?- preguntó la cometa secándole las lágrimas mientras este empezaba a calmarse y hablar más claro.
- Si... porque los códigos llevan una secuencia sonora que nos guía hacia el lugar donde corresponde..., nunca hay uno igual, todos son distintos, y si te confundes de lugar por no escuchar bien, se genera un gran desastre... y lleva muchísimo esfuerzo repararlo.- Le explicó más despejado pero con los ojos rojos del llanto. - Y ahora tengo esta cadena, nadie quiere equivocarse yendo conmigo... - continuó diciendo un poco desanimado.
- Una vez me equivoqué guiándome por el tacto de la risa del sonido y me perdí en el tiempo, y se perdieron también muchos de los paisajes que llevaba... y todos vienen a mi cuando duermo pidiéndome que los regrese a su casa.- le confesó a la cometa.

Ésta escuchando atentamente al pez alado se quedó un rato pensando mientras le miraba y dijo: - Un amigo me regaló un beso que me permite escuchar lo que nunca había escuchado y tal vez, si me enseñas pueda oír esa secuencia de la que me hablas y podamos llevar juntos la cadena a su lugar.-

Sonriendo y esperanzado, el pez alado le siguió contando: - Es un código que va pasando por diferentes puertas. La primera está por aquí cerca. Sigue la letra que más te atraiga dentro de lo que vas a oír ahora.- dijo el pez alado mientras abría la llave de la cadena. Una canción preciosa llegó a los oídos de la cometa. Y el pez alado sentía un cosquilleo diverso.
Entre todos los sonidos entrelazados había uno más próximo a los demás que identificó la cometa. Y lo siguió por el bosque naranja que estaba detrás del estanque.

La cometa iba en la parte delantera de la cadena y el pez alado detrás, el sonido iba encauzando un camino seguro que entre los dos sentían sin dudar fluyendo por el aire acuático, dibujando un río rojo a su paso como certeza de que habían pasado y continuaban.

La puerta se escuchaba cada vez más cercana, se movían entre los árboles que les silbaban para distraerlos, agitándose al movimiento de baile de camino volado.

Comenzaron a ver que la melodía los llevaba a una montaña de fuego, o volcán que se encontraba al finalizar el bosque en una enorme cala de un mar de lava, y se temían que la puerta fuese la boca del volcán...

miércoles, 2 de febrero de 2011

El campo de la Sorpresa y el viento de hielo.

Volaron con las cigüeñas-flor, y a ellas les gustaba la compañía de una seta azul gigante sobre una cometa pequeña. Al seguir su ritmo de vuelo, y acercarse cada vez un poco más a una u otra, sonreían y con voces agudas cantaban mientras lo capullos giraban de felicidad.

Según iban acercándose al lugar de la Sorpresa, la luz se hacía intermitente. Había momentos en los que se hacía más luminosa cuando le tocaba encenderse, permanecía más rato. Era naranja amarillenta, como un atardecer constante y cálido.

El campo latía como la luz, y las flores que estaban allí eran muy extrañas, de muchísimos colores, variedades, formas... la hierba era roja rosada, sobre la superficie de aspecto de pequeño monte, donde no se vislumbraba el comienzo de su forma esférica. Un pequeño planeta rojo flotante en otro campo.

Las cigüeñas les contaron mientras se dirigían allí, que las flores una vez se sienten preparadas en el campo de la Sorpresa hacen un recorrido que las devuelve al mismo sitio, pero algo en ellas cambia. Durante ese camino se cubren de sombra, se detienen, cambian de color, y vuelven en un río como una submarina alfombra opaca, y cuando arranca un aire fuerte algunas desaparecen aprovechando ese momento...


Ya estando sobre el campo, las cigüeñas comenzaron a disparar con el pico todas sus flores semilla, y ellas abrieron sus pétalos ahuecándolos en pros del lanzamiento, como si fuesen pequeñas paracaidistas. Otros se tiraban sin preocuparse del paracaídas, de boca con la lengua afuera, otras agitaban los pétalos, los giraban como hélices, y también había de los que se tiraban en plancha impacientes... Fueron cayendo poco a poco en el campo. Las que estaban allí, les hacían hueco moviéndose un poco.

- ¡Yujuuuuu!- Decía una llena de júbilo. -¡ Yajaaaa!- otra con la boca abierta y los piños pétalo se le veían. -¡Yojooo!- con tono ronco y basto pero igual ilusionado de tirarse.

La cometa y la seta observaron aquello con gran asombro.

- Oye cometa, ¿y si yo también me tirase al campo de la Sorpresa?- preguntó sin pensarlo más de dos veces a su compañera.

- Sería poco común en tí señor seta pensante...- respondió la cometa observando entusiasmada a las demás flores caer como rayos de colores a una sangre de hierba.

- ¿Y qué problema hay en que fuese poco común en mí?- Preguntó la seta comenzando a preocuparse y a perder poco a poco su color azul.

-Después de tantos años en el frío durmiendo en sueños de conceptos y palabras que revisten la experiencia vivida, el tirarse es como dejar para siempre tu sombrero.- dijo la cometa.

De repente la luz intermitente se quedó oscura sin más parpadeos, y se escuchó una voz con mucha intensidad desde todas partes: - Yo tengo una amiga cometa, que ha cobrado vida y se ha ido a viajar por los mundos!- exclamó la voz de un niño como dando una noticia reveladora.
-Eso es mentira y te daré un puñetazo por inventarte eso bicho raro, aquí mando yo-
Y de trasfondo se escuchaban risas y burlas de otros niños, que duraron un rato como un eco que retumbaba con angustia.

Comenzó a hacer mucho frío en el campo de la Sorpresa, el viento se levantó agitando fuerte todo el paisaje. Las flores se quedaron silenciosas, paradas y agrisándose... A la esfera le costaba un poco seguir latiendo, porque estaba helándose poco a poco. Algunas flores salieron volando arrancadas, la tierra se alzó en el cielo con sus granitos de piedras.
La seta en el aire con su amiga, comenzaron a tambalearse, casi caen ambas... Había que actuar rápido pensó la seta.
Conectó su parte brillante aprovechando el silencio para encontrar el recuerdo de su impulso, y la seta tiró su sombrero al incorporarse de nuevo en su amiga, haciéndose más ligero.
Entre los dos irradiaron el vuelo, se hicieron rayo de luz intensa, acercándose a la esfera del campo, que temblaba. Fueron dando calor a las flores, que despertaban y estas hacían lo mismo con sus compañeras, unas daban calambres, otras tiraban agua de sus raíces a las caras de las demás jugueteando, o se acariciaban mutuamente. Daban besos, otras pellizcos, se lamían, se susurraban... poco a poco se retomaba de nuevo el latido del campo de la Sorpresa.

El sombrero de la seta estaba circundando por la esfera, y se comenzó a escuchar de trasfondo una risa de un niño cada vez que daba una vuelta más.

La seta una vez terminó la labor con su amiga, se tiró a la piscina rosa a modo palo, y se clavo en el campo.

La cometa se acercó hasta donde estaba bajándose al campo: - Señor seta es usted un hongo muy valiente, espero que tu paso por el campo sea agradable, ya se le empieza a ver más guapo...- le confesó su amiga. Y despediéndose le dijo: - Mira, te dejo este cachito de mi tela, para que te lo pongas en el pelo por si tienes frío- y le entregó un pedazo del sitio donde se lo quitó la última vez.

-¡¡Oh, vaya muchas gracias amiga cometa!! sin tu ayuda no hubiese podido hacerlo...- le contó la seta agradecida y emocionada. - Me pondré tu tela de orejas para apreciar esta mágica sinfonía de las flores y esucharte a tí en el viento.-
Se puso la tela como ojeras que eran sus pétalos, por donde comenzó a escuchar la brisa y alegría del niño, y las historias de su amiga.

De nuevo la cometa partió al aire, y la seta le lanzó un beso coloreándo un pensamiento de rojo rosado que la acompañó en su siguiente viaje.

viernes, 21 de enero de 2011

El bosque de las setas gigantes

La cometa voló surcando algunos cielos de diferentes espesuras, climas, texturas y colores.

En su vuelo emocionante comenzó a divisar unas superficies convexas, de aspecto suave, como si fuesen camas gigantes. Su apariencia confortable le llevó a aterrizar, pues necesitaba tumbarse en alguna de ellas para descansar un poco después de tantas horas volando.

Según se acercaba pudo comprobar que se trataba de setas del tamaño de los árboles, todas eran iguales, grisáceas con blanco plateado, medio transparente parecido al aspecto de las medusas.

Cuando fue a echarse en el sombrero de una de ellas escuchó con quejidos y gritos: -¡Ey, tú, quítate de mi cabeza, que no me permites pensar! ¡FUERA YAAA!- dijo muy cabreada.
- Uy discúlpeme señor seta, no pensé que le molestase, sólo quería dormir, después de mi largo viaje...- dijo la cometa tímidamente.

- ¡No soy una seta! ¡ Y no me importa tu viaje ni que estés cansada!- dijo indignada y afligida.

- ¿Entonces, qué eres?- preguntó la cometa confusa.

- Soy un esporocarpio pensante, ¡ignorante, burra!- respondió molesta la seta. -Y tú debes de ser uno de esos pañuelos con el que se limpian los mocos las nubes, ¿no? Que suelen zarandearse por ahí creyéndose aves.-continuo la seta con cierta soberbia.

- Yo no soy un pañuelo de mocos señor. Me gusta viajar, sentir el aire en mi cuerpo, o convertirme en él, bailar, cambiar el color de las cosas, y cantar con las aves. Ellas son mi inspiración, me regalan sus notas, filtrándomelas con las gotas cuando el cielo nos nutre con su llanto.- le confesó la cometa.

- ¿¡Pero qué me estás contando!? ¡este pañuelo está chiflado! ¡fuera de mi vista loca! ¡cursi! Me entra dolor de cabeza con sólo verte. -dijo la seta a la defensiva al no entender, la experiencia de la cometa.

- Oiga, a mi no me grite señor pensante grúñón. Creo que debería usted salir a pasear un poco y que le diese el aire, aquí con tanta sombra y frío, y con esos compañeros tan callados o dormidos está un poco amargado.- le recomendó la cometa.

-¡NO, NO! ¡De ningún modo! ¿qué dices clinex tonto? Yo tengo que estar aquí, pensando, todo el día, sin parar, pensar, pensar y pensar... Resolviendo una serie de cálculos y estudios muy complicados, que sólo una mente privilegiada como la mía puede realizar. Para que la tierra no se escape. Pero claro, un harapo ignorante como tú no comprendería eso. Si me voy, la tierra se vuela y estamos perdidos, ¿te haces a la idea? ¡perdidos!. Comenzará a soltarse por ahí, grano a grano y nosotros con ella, como polvo insignificante. ¡Eres una irresponsable!- argumentó demasiado seria al seta.

-La tierra no se irá, la tierra siempre estará ahí, no es necesario que la pienses ni maquines nada con ella.- dijo intentado tranquilizar al señor seta.

- ¡Cállate ya! Me estas entreteniendo papelajo salvaje, por tu culpa, hoy se marcharán puñados de arena, vendrá "el que lo arranca todo" y la arena y nosotros iremos a un lugar que no se sabe dónde. ¡Ssh!- Y cerró los ojos muy fuertemente, ignorando ya a la cometa, aunque abriéndolos de vez en cuando para ver donde iba, pues en realidad, la seta, entró en un conflicto consigo misma. Deseaba volar, pero no podía y tenía miedo.

La cometa se echó en el suelo y durmió durante un rato, se sentía agotada, también debido al diálogo con el señor seta.

Al momento este gruñón la despertó, llevaba unos minutos haciéndose venenoso en su pensamiento. Le dijo que necesitaba saber cómo se veía la tierra desde arriba, que nunca había visto más que la que estaba bajo su cabeza y conocer "al que lo arranca todo". Pero mientras se lo contaba su voz temblaba, y miraba evadiendo los ojos de la cometa por no dañar su orgullo propio.

La cometa se puso contenta, a pesar del desprecio y quejidos insoportables del hongo engreido... sintió lástima por él, y decidió pues llevar a la seta para que viese la inmensidad del bosque donde habitaba, y un poco más allá de sus horizontes y pudiese descubrir que había muchísima más tierra, y bellas vistas de diversidad natural.

- Ponte sobre mi tejido señor seta, tú apenas pesas y puedo llevarte si te agarras a mis orejas-

Así los dos bien acomodados, despegaron a toda velocidad, y la seta empezó a marearse. Sus pensamientos se evadieron por unos instantes, dejó de examinar todo, y sintió una cosa muy bella en sí misma, mientras surcaban el cielo ésta se cambió de color, se volvió azul, y no fue porque se le estuviese revolviendo el estómago, si no porque se volvió parte del cielo.

Vieron cigüeñas verdes que llevaban en el pico flores y ellas parecían el tallo.

- Hola flores volantes- dijo la cometa a una de ellas acercándose a su ritmo de vuelo, - ¿Hacia dónde se dirigen?- continuo. - Vamos a sembrar estas flores semilla al campo de la Sorpresa. Un lugar donde las flores florecen inesperadamente, del color que a ellas les parece sin que nadie sepa como. - contestó la cigüeña-flor con tono calmado.

Y las siguieron...

viernes, 14 de enero de 2011

La cometa cobró vida.

Lucas es un niño muy travieso, él juega en el parque de los olmos morados todas las tardes de primavera y verano.

Se pasaba las horas danzando con su cometa, corriendo de un lado para otro, como si llevase un arco iris vivo que brotaba de su mano, la movía a su manera, y como era tan transparente brillaba a la luz del Sol.
El viento los mecía y bailaban, cantaban con los pájaros verdes que se llevaron el color de los olmos porque la cometa los levantó con su aire, y lo cambió por el del atardecer...



Lucas sabía que era una cometa mágica, él la sentía así porque cuando volaba, él volaba con ella y los colores se transformaban en el paisaje como se cambiaban los sentimientos del niño.

Un día sucedió algo muy enigmático, de pronto el cielo se puso gris como el plomo, y comenzó a llover fuerte, los rayos gruñendo llegaron a la cometa, y cambió algo en ella. Lucas la llevo corriendo a su casa. A la noche, mientras dormía, la cometa comenzó a hablarle: - ¡Shh! ¡Oyee...!- dijo entre susurros. Lucas estaba profundamente dormido soñando que era una nube y otra comenzaba a hablarle antes de morir en lluvia... abrazado a ella en la cama, empezó a moverse entre sollozos, la cometa insistió: -¡¡Lucas de lluvia!! ¡Despierta de una vez!- dijo la cometa un poco más alto.
- ¡Ay! ¿Qué sucede? ¿Cómo...?- dijo un poco asustado y maravillado Lucas. -¿Tú me estás hablando? Pero... si estabas en el sueño ¡no es posible que...!

- Oye Lucas, me tengo que ir. No tengo tiempo, el viento me está llamando, sólo quería despedirme de ti, y - dejarte un regalo. Mira este es un cachito de mi cuerpo-
le dió un pedacito de su tela de colores de la parte del medio donde latía su brillo. - Con él podrás escucharme aunque esté lejos, porque te contaré todo lo que vea en otros mundos, épocas, lugares inimaginables... y tú podrás contárselo a los niños y a tus amigos.-

- Pero no quiero que te vayas, ahora no... yo quiero que sigas jugando conmigo en el parque, ¡y ahora que hablas será más divertido!
-dijo con un tono de pequeña esperanza.

-No Lucas, me esperan aventuras, y a ti también, seguiremos unidos. Si tu voz habla de los cuentos que veré, yo te escucharé por el aire y seré feliz.

Y sin más la cometa escapó por la ventana, soltándose de las sábanas y guiñandole un ojo a Lucas, dándole una caricia con su trenza de oro.

- ¡Nos vemos amigo, hasta luego Lucas!-

Y así despegó por el cielo, y una lágrima calló en el cachito de cuerpo de la cometa, y quedó impregnado de una sensibilidad que permitía adentrase más profundamente en las cosas...




Aventura I